viernes, 7 de febrero de 2014




¿PORQUÉ  VAMOS A LA PELUQUERÍA?



Vaya pregunta tonta y retórica pensareis, vamos para intentar estar más guapas.


Hasta aquí completamente de acuerdo, pero en mi humilde opinión existen anhelos, carencias, fobias y filias semiconscientes que nos llevan a visitar de forma asidua una peluquería.
Creo que todas estaréis de acuerdo conmigo que un mal peinado en un día clave trastoca los chakras de cualquiera.







Todas sabemos que el pelo ha sido considerado siempre el enemigo público número uno de las mujeres, nos arrancamos el del cuerpo  con infames métodos e intentamos dominar el de la cabeza con armas no menos agresivas. Es más, en la lista de deseos inconfesables de muchas mujeres, está  el levantarse un día por la mañana y descubrir que todo el pelo sobrante del cuerpo se ha concentrado en la cabeza.

No se vosotras, pero yo aún no he conocido a una mujer que esté plenamente conforme con  el tipo de cabellera con el que la madre genética  la ha bendecido. Me atrevería a decir que el el pelo es el símbolo del eterno descontento femenino.

Pero no nos desviemos del tema y vayamos con la clasificación.
 En un primer grupo estarían todas aquellas que les gusta el placer por el placer. A ellas que les toquen la cabeza las deja en un estado zen que ni el yoga, ni el fen shui ,ni darle brio a la tarjeta oro en Zara  consiguen.

Aunque aquí como  para todos  los placeres universales siempre hay excepciones; y ya me encontré alguna que dice odiar que le toquen la cabeza. A mí personalmente estas, junto a las que dicen no gustarles comer, no me inspiran confianza.




El segundo gran grupo estaría compuesto por todas aquella mujeres de pro ,que se jactan de no haber leído nunca un Pronto y consideran a Proust una lectura ligera. Ellas van a la peluquería a leer las revistas del corazón que ni muertas comprarían ellas mismas. Es decir , dejan salir a la maruja que todas llevamos dentro bajo la impunidad del secador de pie.









El tercer grupo lo conforman aquellas mujeres que acuden a la peluquería con el recorte de la actriz de moda bajo el brazo ,con la ilusión de acabar siendo la propia actriz de moda. En su interior están convencidas de que la peluquera no solo conseguirá clavar el corte y color, sino que por una especie de efecto de mímesis instantánea  saldrán de allí con la misma boca, nariz, ojos e incluso con ese lunar por el que suspiran el 90% de los hombres.

Finalmente está el cuarto grupo, en el cual me incluyo, integrado por  las que vamos a la peluquería a quejarnos. Si amigas, habéis oído bien, es sentarnos en la silla giratoria y comenzar una especie de letanía autodestructiva sobre nuestro pelo, y por extensión sobre nuestra vida. A nosotras que nos toquen el pelo nos da gusto por supuesto, leemos todas las revistas que cogen en nuestro regazo sin disimulo alguno, porque hace ya tiempo que nos reconciliamos con nuestra maruja interior; y  ya dejamos de llevar recorte alguno porque descubrimos la inutilidad de tal acción.

Que si poco volumen, que es excesivamente lacio o rizoso, que si tiene vida independiente, que si  ya hemos probado todos los tratamientos del mercado sin ningún resultado: desde la baba del caracol de Malasia hasta los electroshocks…..Y así un sinfín de lamentos con los que obtenemos una especie de satisfacción masoquista.

Es más, a nosotras nos importa un bledo lo que la peluquera nos haga, incluso en muchas ocasiones les decimos la fatídica frase “haz lo que tu veas”; aún a sabiendas que eso tiene más peligro que dejar a un niño  solo con una caja de rotuladores carioca en una habitación de paredes blancas.

Para este grupo va a ser de vital importancia la escuela filosófica  a la que este adscrita la peluquera. 

Puede ser que pertenezca a la escuela nihilista y muy justamente te ignore. Es consciente de que su sueldo no es tan alto como para encima hacer de psicoterapeuta.

Puede ser una freudiana consumada y que te de cancha, entonces tú  te vendrás arriba ,y no solo aumentarás la cantidad y calidad de lamentos sino que los enlazaras con acontecimientos vitales.

Finalmente,puede que siga a los estoicos y que  te suelten  un lacónico: “No te quejes, al menos tienes pelo”. Yo personalmente a estas últimas  las odio, me cortan el rollo.

Y vosotras……¿ A qué grupo pertenecéis?


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