viernes, 14 de febrero de 2014




MIS PRIMEROS PANTALONES



Eran de color azul mahón, de algodón,  forrados y con pinzas. No recuerdo la edad exacta que tenía, pero no creo que pasase de los 8 años, y esta foto es del día que los estrené.






Es curioso, porque  aunque soy un desastre recordando nombres, fechas y otros detalles relevantes; siempre recuerdo la ropa que llevaba en una u otra ocasión.

Cuando  me imagino a alguien querido  , lo veo vestido con una determinada prenda que en mi inconsciente lo representa. Con que  nos vestimos a fin de cuentas dice bastante de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que queremos ser.

De niña  recuerdo pasarme  las tardes  delante del armario vestidor de una de mis tias, disfrazándome con sus vestidos, sus  estolas, sus  collares y sus zapatos. Aquel armario era una especie de tesoro que me transportaba al día en el que yo fuese mayor ,y  de aquella guisa , me pasase las tardes tomando  café en una de esas elegantes terrazas del  parque al que me llevaba mi abuela.

Audrey Hepburn dijo en una ocasión que  mientras algunas personas sueñan con piscinas, ella soñaba con armarios. Algo parecido me pasa a mi.

Mi familia es una especie de matriarcado, encabezado  por esas mujeres de antes  con escasa educación reglada, pero que igual que trabajaban la tierra, criaban hijos y sacaban adelante negocios ; hacían primorosas labores de costura. Todas ellas  son extremadamente coquetas y pueden pasarse horas hablando de los detalles de ciertos zapatos o del corte de ese abrigo que fue pasando de madres a hijas.



                                   


Mi infancia ha transcurrido entre los bordados  de mi madre, las máquinas de coser de mis tias y los burdas de mis primas. Soy capaz de distinguir entre un crepé y una alpaca, y lo primero que miro de una prenda es  la  composición. Me fascinan las mercerías , sobre todo si son antiguas; y nada me relaja más que pasarme horas revolviendo entre botones, lazos y pasamanerías. 


Pero volvamos a esos pantalones, algo tan aparentemente poco significativo, pero que tanto esconden.

Al ser la primera hija de mi madre, y venir al mundo de forma tardía e inesperada, mi madre siempre se sintió un poco descolocada  sobre la  educación  que debería darme;  y por extensión sobre como debería vestirme. Aunque en un primer momento parece que quiso  hacer de mi una niña modosita y comedida , estaba claro que yo ya apuntaba maneras de chicazo. Mis rodillas y mis codos a modo de mapa mundi en relieve así lo demostraban. Al final como todas las madres del mundo, lo hizo lo mejor que supo, y el resultado final no ha sido del todo malo.

Resumiendo hasta ese momento mi madre solo me había vestido con  faldas y vestidos. Por ello  recuerdo perfectamente la emoción que sentí el día que apareció con aquellos pantalones.Y  esa foto , en la que poso con una actitud un poco chulesca, la recoge .Parecezco  estar diciendo : Aquí estoy yo y nada me va a parar.

Recuerdo que con esa edad  mi madre tampoco me había querido comprar nunca una bici, por miedo a que me hiciese daño. En cambio yo tenía un carricoche aurre, a imitación de los  de verdad; con su saco de puntillas  y su muñeco  recién nacido de carne, vestido con ropita echa a  medida , que era la envidia de todas las niñas del  vecindario.

Aunque mi madre no lo quisiese  ver ,estaba claro que para la niña nerviosa e inquieta  que era yo , pasear aquel carricoche  no era suficiente. Sin embargo yo tenía mis recursos ,y una especie de acuerdo tácito con una vecina por el cual yo le prestaba mi cochecito,y ella a mi su bici. Ni que decir cabe que de esta transacción mi madre no tenía conocimiento alguno.
También recuerdo un día en el que atravesé la carretera nacional  a toda velocidad, al ser incapaz de frenar  bajando  una empinada cuesta. Aquel día sentí miedo no cabe duda, pero también conocí lo que es la adrenalina. Esa sensación me enganchó  hasta el día de hoy ,y hace que me apasione cualquier deporte que me ponga al límite.

Por todo esto  recuerdo con tanto cariño esos pantalones, por lo que supusieron en mi vida: esa sensación de libertad, ese placer por sentirse  uno más entre  los chicos, y en general ese ansía por hacerse mayor.

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