sábado, 8 de febrero de 2014



MI COCHE : ESE GRAN DESCONOCIDO


Yo mantengo con mi coche una relación amor odio. Me explico : yo por él siento mucho amor, pero si él tuviese alma seguro que me odiaría. El motivo: lo mal que lo trato.

Es algo que siempre me propongo enmendar, porque visto desde la perspectiva del tiempo y con una mente analítica ,mi  coche me ha proporcionado más satisfacciones que cualquier hombre. Suena duro pero es la realidad; es más, tengo una amiga  que siempre dijo que antes prestaría a su novio que a su coche. A mi esto siempre me pareció desproporcionado, pero ahora empiezo a verle el sentido.

La verdad que yo en esta relación he sido muy egoísta. Nunca me he molestado en  comprenderle. 
Hasta  los  ocho meses no descubrí como se abría el capó. A día de hoy lo único que sé de mecánica es  cambiar el aceite; porque él es de usarlo en grandes cantidades y no me quedó más remedio que aprender  dado que le daba por pedirlo en los sitios más inhóspitos ,en los cuales no se encontraba ningún hombre al que poder camelar ,sirviéndome de mi condición de mujer indefensa. Hago caso omiso de sus lamentos en forma de luces parpadeantes,  y al pobre lo he dejado sin morro ya tres veces.
 Yo sé que esta dejadez por mi parte a él tiene que dolerle en su corazoncito de gasoil.






Soy una mala conductora, nunca lo he negado.
Aún así cada vez que algún macho suelta el mítico prejuicio sobre lo mal que conducimos las mujeres ; yo siempre salgo en defensa de mis iguales, porque soy consciente que no todas son como yo ,y que incluso existen muchas y muy buenas conductoras.
Estos dos hechos siempre han perturbado mucho a los hombres de mi vida.
 Algunos confesaron sentir miedo cuando yo iba al volante. Otros sin embargo  veían como algo positivo el  que yo dejase el coche siempre  tan mal aparcado, bien con el morro o el culo fuera, ya que así era muy fácil localizarme.



Ocurre un  hecho curioso , que yo creo que una universidad de estas americanas que nadie conoce debería estudiar. La cuestión es que creo que existe un gen que poseen todos los hombres que es el gen indicador, este gen se activa siempre que un hombre va de copiloto con una mujer. 
Lo tengo comprobado, es subirse un hombre en mi coche  y empezar a dar indicaciones de forma compulsiva ; es subirse una mujer y a no ser que vea que irremediablemente te vas a estampar con otro, no abrir  la boca.

Da igual que tú les adviertas que tienes dieciséis años de carnet y que nunca has tenido accidentes con víctimas, ellos no lo pueden remediar: que si vas muy pegada al de delante, que si ya deberías haber metido cuarta, que si pisas el freno de forma abrupta.
 Resumiendo , yo creo que deberían existir una de esas pegatinas para pegar en el cristal del maletero que pusiese: “Instructor a bordo”.

Mi coche  y yo hemos pasado una y mil vicisitudes que nos han unido mucho. Juntos nos hemos subido a un quitamiedos en una curva cerrada; no me preguntéis como lo hice, son esas cosas que solo consigues hacer una vez en la vida, aunque lo intentes otras cien. Nos hemos quedado tirados varias veces en bellos parajes de la geografía española, por ese gusto mío por el riesgo apurando el depósito…….Puedo decir que gracias a él he conocido a mucha gente, normalmente simpáticos operarios de la grua.

También me ha ayudado a ligar. Claro, yendo por la vida de victima cualquiera liga pensareis. Aquí quiero hacer un inciso y aclarar que yo solo uso mis armas de mujer para librarme de alguna multa. ¿Qué cuáles son estas?: caída de parpados y mi sonrisa más seductora. Qué queréis que os diga, sé que no es ético ni moral, pero yo soy una firme defensora de la discriminación positiva.

Pero vayamos al día en el que ligué. Fue en un parking de un  centro comercial con  miles de plantas subterráneas. Como padezco de una leve claustrofobia y carezco de sentido alguno de la orientación, odio especialmente estos parkings y los evito siempre que puedo, pero aquella vez fue inevitable.
 Como suele pasar en estos casos, ya llevaba treinta minutos buscándolo de forma infructuosa y empezaba a agobiarme; entonces apareció un fornido trabajador del centro comercial  que se parecía mucho a Benicio del Toro, no se a vosotras pero a mi Benicio  me pierde. La cuestión es que muy amablemente me ayudó durante otros treinta  minutos a encontrarlo, y finalmente me pidió el teléfono; nunca me llamó pero oye me lo apunte como tanto.

No me considero una persona excesivamente apegada a las cosas materiales, pero a día de hoy sé que sufriría enormemente si tuviera  que desprenderme de mi coche. Sé que va a ser difícil que él me perdone tanto daño infligido , pero al menos quiero que estas líneas sirvan para hacerle un pequeño y merecido homenaje.

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