MI COCHE : ESE GRAN DESCONOCIDO
Yo mantengo con mi coche una relación amor odio. Me explico : yo por él siento mucho amor, pero si él tuviese alma seguro que me odiaría. El motivo: lo mal que lo trato.
Es algo que siempre me propongo enmendar, porque visto desde
la perspectiva del tiempo y con una mente analítica ,mi coche me ha proporcionado más satisfacciones
que cualquier hombre. Suena duro pero es la realidad; es más, tengo una amiga que siempre dijo que antes prestaría a su novio
que a su coche. A mi esto siempre me pareció desproporcionado, pero ahora
empiezo a verle el sentido.
La verdad que yo en esta relación he sido muy egoísta. Nunca
me he molestado en comprenderle.
Hasta los ocho meses no descubrí como se abría el capó. A día de hoy lo único que sé de mecánica es cambiar el aceite; porque él es de usarlo en
grandes cantidades y no me quedó más remedio que aprender dado que le daba por pedirlo en los sitios más inhóspitos
,en los cuales no se encontraba ningún hombre al que poder camelar ,sirviéndome
de mi condición de mujer indefensa. Hago caso omiso de sus lamentos en forma de luces parpadeantes, y al pobre lo he
dejado sin morro ya tres veces.
Yo sé que esta dejadez por mi parte a él tiene que dolerle en su corazoncito de gasoil.
Soy una mala conductora, nunca lo he negado.
Yo sé que esta dejadez por mi parte a él tiene que dolerle en su corazoncito de gasoil.
Soy una mala conductora, nunca lo he negado.
Aún así cada
vez que algún macho suelta el mítico prejuicio sobre lo mal que conducimos las
mujeres ; yo siempre salgo en defensa de mis iguales, porque soy consciente que
no todas son como yo ,y que incluso existen muchas y muy buenas conductoras.
Estos dos hechos siempre han perturbado mucho a los hombres
de mi vida.
Algunos confesaron sentir miedo cuando yo iba al volante. Otros sin embargo veían como algo positivo el que yo dejase el coche siempre tan mal aparcado, bien con el morro o el culo fuera, ya que así era muy fácil localizarme.
Algunos confesaron sentir miedo cuando yo iba al volante. Otros sin embargo veían como algo positivo el que yo dejase el coche siempre tan mal aparcado, bien con el morro o el culo fuera, ya que así era muy fácil localizarme.
Ocurre un hecho
curioso , que yo creo que una universidad de estas americanas que nadie conoce
debería estudiar. La cuestión es que creo que existe un gen que poseen todos
los hombres que es el gen indicador, este gen se activa siempre que un hombre
va de copiloto con una mujer.
Lo tengo comprobado, es subirse un hombre en mi
coche y empezar a dar indicaciones de
forma compulsiva ; es subirse una mujer y a no ser que vea que
irremediablemente te vas a estampar con otro, no abrir la boca.
Da igual que tú les adviertas que tienes dieciséis años de
carnet y que nunca has tenido accidentes con víctimas, ellos no lo pueden
remediar: que si vas muy pegada al de delante, que si ya deberías haber metido cuarta,
que si pisas el freno de forma abrupta.
Resumiendo , yo creo que deberían
existir una de esas pegatinas para pegar en el cristal del maletero que pusiese:
“Instructor a bordo”.
Mi coche y yo hemos
pasado una y mil vicisitudes que nos han unido mucho. Juntos nos hemos subido a
un quitamiedos en una curva cerrada; no me preguntéis como lo hice, son esas
cosas que solo consigues hacer una vez en la vida, aunque lo intentes otras cien. Nos
hemos quedado tirados varias veces en bellos parajes de la geografía española,
por ese gusto mío por el riesgo apurando el depósito…….Puedo decir que gracias
a él he conocido a mucha gente, normalmente simpáticos operarios de la grua.
También me ha ayudado a ligar. Claro, yendo por la vida de
victima cualquiera liga pensareis. Aquí quiero hacer un inciso y aclarar que yo
solo uso mis armas de mujer para librarme de alguna multa. ¿Qué cuáles son
estas?: caída de parpados y mi sonrisa más seductora. Qué queréis que os diga,
sé que no es ético ni moral, pero yo soy una firme defensora de la
discriminación positiva.
Pero vayamos al día en el que ligué. Fue en un parking de un
centro comercial con miles de plantas subterráneas. Como padezco de
una leve claustrofobia y carezco de sentido alguno de la orientación, odio especialmente
estos parkings y los evito siempre que puedo, pero aquella vez fue inevitable.
Como suele pasar en estos casos, ya llevaba treinta minutos buscándolo de forma
infructuosa y empezaba a agobiarme; entonces apareció un fornido trabajador del
centro comercial que se parecía mucho a
Benicio del Toro, no se a vosotras pero a mi Benicio me pierde. La cuestión es que muy amablemente
me ayudó durante otros treinta minutos a encontrarlo, y finalmente me pidió el teléfono;
nunca me llamó pero oye me lo apunte como tanto.
No me considero una persona excesivamente apegada a las
cosas materiales, pero a día de hoy sé que sufriría enormemente si tuviera que desprenderme de mi coche. Sé que va a ser
difícil que él me perdone tanto daño infligido , pero al menos quiero que estas líneas
sirvan para hacerle un pequeño y merecido homenaje.
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