viernes, 25 de abril de 2014

MI MADRE

Mi madre se llama María Luisa, pero por esas cosas incompresibles de pueblo,  después de bautizarla alguien dijo que ese era un nombre desafortunado y todo el mundo la llama María Flor. Todos menos yo , que como soy  un poco puñetera  la llamo por su nombre real.




Mi madre es muchas cosas, pero sobre todo es una mujer fuerte, la más fuerte que conozco . Una mujer  “de las de antes”.  Incansable, luchadora,  paciente, radical,  testaruda,  y con una capacidad de sacrificio y de compasión que yo nunca tendré. Es de esas mujeres que siempre tiran hacia delante. El pilar en el que nos apoyamos todos , mi centro, y probablemente, la persona que más quiero en este mundo.




Nació en el 36, nunca conoció a su padre porque ese mismo año lo mataron  en la Guerra Civil . Mi abuela fue  una  viuda de guerra de 29 años , con cuatro hijas por criar, que acabaría casándose con el hermano de mi abuelo. Su infancia  no fue  idílica. Muchas veces escuché la frase : “Tu no sabes  lo que es pasar hambre”. Tiene razón, no puedo llegar ni a imaginármelo. Pero  cuando la observo como de forma distraída y algo inconsciente,  se lleva una cucharilla de azúcar a la boca  mientras cocina;  puedo hacerme una idea de como algo así puede marcar una vida .

En general no le gusta hablar del pasado, pero alguna vez consigo que veamos juntas  fotos antiguas en blanco y negro. Y allí esta ella con 20 años, con uno de esos  elegantes moños que se llevaban antes ,  y un primoroso vestido hecho a medida .

Las pocas veces que se permite ponerse nostálgica, recuerda lo guapa que era en su juventud y los muchos pretendientes que tenía . La creo, porque mi madre es de esas mujeres que  nunca pisan un médico porque lo encuentra  “muy triste”, que  sigue conservando la misma cintura de los 20 , que se jacta de no haberse echado nunca un  potingue  a la cara , y que  aún conserva ese brillo especial en unos ojos  que coquetamente delinea con un  lápiz verde.

Mi madre ha tenido como poco una vida azarosa. Aún hace la comida  todos los días en una cocina de carbón y  amasa pan cada dos. Lo mismo mata una gallina que teje y borda delicadas labores. Se separó  de mi padre en una época en la que separarse era algo excepcional, crió a 2 hijos y un nieto, levantó un pequeño emporio y el único vicio que se permite es el de la ropa.

Con 42 años me tuvo a mí. Poco amiga de formalismos y acostumbrada a decir lo que piensa , una vez me contó que yo fui “un disgusto”,  pero  después “ ya te quise mucho”. No puedo más que creerla.
Por la época en la que le tocó vivir , jamás se planteó  si realmente quería tener hijos, no había lugar para la elección,  se daba por hecho. De lo que si estoy  segura , es que en el momento en el que los tuvo, su vida pasamos a ser nosotros. Sí, definitivamente  la foto de mi  madre podría estar en el diccionario junto a la definición de “madre coraje”.

Cuando era pequeña me apuntó a ballet y a piano , dice que yo quería ser artista. Yo no recuerdo tal cosa , más bien supongo que como toda madre proyectaba sus frustraciones sobre mí . Sea como sea , cuando descubrió que yo más que  una niña prodigio era una niña del montón, sufriría su primera decepción. No sería la última, porque una madre siempre quiere lo mejor para su hija, pero casi siempre se sentirá insatisfecha. Esa suele ser la tónica en la relación :  bastante incomprensión  y mucho mucho amor incondicional.

Mi madre nunca ha sido la típica ama de casa que se pasaba el día en casa esperando  la llegada de un marido perfecto, dándonos besos o diciéndonos lo guapo que eramos. Estaba muy ocupada sacándonos adelante. Ahora que ya es  mayor sigue conservando la misma energía sobrehumana. Siempre que la pillo desprevenida entre tarea y tarea la como a besos , algo a lo que nunca se acostumbrará.

El miedo de toda hija es reconocerse en su madre. En mi caso mucho me temo que aunque físicamente no seamos dos gotas de agua, las dos tenemos el mismo carácter nervioso  , temperamental  y sentimental. Discutimos bastante,  la mayoría de las veces por esas “cosas de modernas” que ella ni acepta ni entiende. Pero también nos reimos mucho juntas, normalmente la una de la otra. Todo esto a  a pesar de que no nos separa una generación, nos separan dos.


Ella es una de esas mujeres que  nunca están deprimidas, no porque no tenga motivos, sino más bien porque no tiene tiempo. Mi madre es en definitiva “una mujer de esas que ya no quedan”.



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